viernes, 1 de octubre de 2010

Empezemos, verbigracia, por el (cuarto) principio:

"Cuando evoco los últimos días que pasé allá en Meridiana, irremediablemente pienso en el peluquero del barrio y su hedor corporal como partes integrantes de la nostalgia; Peluquero gracias al cual -dicho sea de paso-, me falta media oreja izquierda. No lo culpo, aunque bien es cierto que algunas noches, divagando acerca del asunto, creo recordar un brillo de odio en su mirada cada vez que, al meterme lentamente la mano en el bolsillo, fingía no tener el dinero suficiente, para ahorrarme así un par de monedas. No sé cómo fui capaz de dejarme afeitar durante tanto tiempo por aquel afable calvo manitorpe y sonrosado, que contrarrestaba sus carencias craneales con una barba de color verde pino, y alguna que otra venganza cotidiana hacia los que no reflejábamos la luz del sol con la coronilla ."


1 comentario:

  1. una barba color verde pino? eso supera la inmediata y futura rojez de mi pelo.

    ResponderEliminar